etimologías

Rafa Forteza, Tube Gallery. 




No sé si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo [1]


I. Principios y finales 


El estudio de Rafa Forteza (1955, Mallorca) fue el primero que visité a los pocos días de mi llegada a la isla. Ha transcurrido mucho tiempo desde aquella primera visita en Alaró, pero en visitas posteriores una tiene la sensación de que nada ha cambiado. Todo se ha movido de sitio, eso seguro. La danza de las piezas en proceso es parte intrínseca del trabajo de este creador infatigable. Su práctica, como la vida misma, es cíclica. Hay en ella lugares que habita por un tiempo: como el ligero confort de un rostro humano, para luego marcharse y recomenzar otra vez... en este proceso se mueve hábilmente de un lugar a otro, cerrando ciclos sucesivos, con la misma soltura y desapego como lo hace entre disciplinas. Toda su producción es un desplazamiento continuo entre la pintura, la escultura y el dibujo, pero también las palabras, que son algo esencial en su práctica y en su pensamiento. Aparecen con fuerza poética en el reverso de sus cuadros y en las páginas de sus cuadernos, donde son retorcidas como un material más para crear etimologías cargadas de nuevos significados. 

Su primera exposición en Tube Gallery lleva por título “Rafa Forteza: etimologías” y se organiza en dos niveles, comenzando por sus trabajos pictóricos más recientes. Desde ahí, propone un recorrido a la inversa a través de sus esculturas y dibujos, hasta llegar a algunas obras de los años noventa que han sobrevivido en su estudio al paso del tiempo. Plantea de este modo un retorno hacia el origen para luego desandar el camino andado.


II. Orígenes etimológicos


Como disciplina, la etimología es el estudio del origen de las palabras, pero también de sus cambios en forma y significado a lo largo del tiempo. En este sentido, la exposición propone un análisis etimológico del trabajo de Rafa Forteza, prestando atención a la evolución en su lenguaje a lo largo de treinta años. Ahora bien, ¿cómo trazar el camino hacia el origen de una determinada práctica artística?

Conocí al artista en circunstancias bastante particulares, transcribiendo una larga conversación que un amigo en común había grabado. Mientras una transcribe detiene la conversación a menudo, recaba el sentido de las palabras, presta atención a las pausas, los ritmos y al tono de la voz, se pregunta por la experiencia detrás de los conceptos... Lo mismo ocurre al observar sus pinturas: en ellas se pueden apreciar las pausas, los cambios de ritmo y la duración de los trazos. Los sonidos se sustituyen por colores y las palabras por formas. Son alegres, vibrantes, curvas, cambiantes, siempre fluidas. Tal vez el origen de una determinada práctica artística no sea más que la invención de un problema.

Al entrar en la galería nos reciben dos cetros que el visitante puede sostener en el recorrido por la exposición. Estas esculturas portátiles dialogan con el resto de las obras generando nuevas lecturas de las mismas. Por ejemplo, encuentran resonancias con los cuadros recientes que ocupan la primera sala. Se trata de una serie de pinturas sobre lino en las cuales el color verde actúa a modo de hilo conductor, como también lo hace el rostro, que emerge a veces entre líneas y otras entre manchas de color. El gran formato sirve como un diccionario visual siendo permanentemente escrito. La escultura “El Ángel” (1991) cuelga del techo de la galería y se conforma a través de un gesto recurrente en el trabajo del artista: envolver. Volver a ver los objetos bajo una nueva luz, en reuniones circunstanciales, encuentros y yuxtaposiciones. En ocasiones, no solo los materiales, sino también las propias esculturas se agrupan en este tipo de reuniones, quedando así abiertas a futuras relecturas. La estantería es un espacio de encuentro en el que diferentes esculturas se almacenan para convivir un instante, a través de diferentes épocas y materiales, desde las telas envueltas en cinta adhesiva hasta la cabeza que reposa calmadamente sobre una esfera de fieltro, pasando por la que encuentra su equilibrio en un zapato. La presencia de la madera y el lino nos guían a través de la planta inferior. De la tela enrollada en esculturas que continúan siendo absolutamente contemporáneas a la tela como superficie pictórica, el material se somete a sucesivos cambios de forma y significado. Estos nuevos cuadros son una suerte de síntesis visual de su lenguaje plástico, en la cual el color va dejando espacio a la línea marcada en carboncillo. Una línea que termina por convertirse en palabra y lenguaje. Y así, poco a poco, van apareciendo los verbos que subyacen a su práctica: contener, envolver, almacenar, reunir, conservar, ensamblar, circular… La presencia del círculo se pone de manifiesto en la pintura “Introspecciones primarias” (1991) y la obra en papel, llegando hasta el negro y completando así el recorrido por la exposición.

Al desandar el camino queda claro que si hay algo definitorio en el trabajo de Rafa Forteza es el sentido de la circularidad y la experiencia de lo cíclico, tanto a nivel formal como conceptual. En el primero se produce una exploración que da pie a las distintas disciplinas: la circunferencia se identifica con la línea del dibujo, el círculo con la mancha de la pintura y la esfera con el volumen de sus esculturas. Esta experiencia de lo cíclico es lo que hace que una escultura producida hace más de veinte años pueda convivir con una pintura reciente. Rafa envuelve distintos materiales empleando telas, dibuja los contornos de un rostro y encuentra una y otra vez el círculo mientras pinta sobre lienzo. Entre tanto, escribe sílabas aquí y allá, las descompone y las vuelve a unir. Principios y finales se encuentran y la flecha del tiempo que atraviesa el proceso creativo se revela parte de un viaje cíclico.


III. Círculos y retornos


A través de este recorrido, la exposición muestra una profusión de líneas de investigación, formas y significados cambiantes a lo largo de treinta años de producción inagotable. Aún continúa esta exploración de la forma y búsqueda incansable del significado, como una danza dichosa que cambia las cosas de sitio, juega con las palabras y se mueve en ciclos y repeticiones. Nietzsche afirmaba que no había pensamiento sin danza y, posiblemente, sin ella tampoco hubiera creación artística. Es bien sabido que el filósofo alemán era filólogo clásico de formación y poseía un amplio conocimiento del lenguaje y del origen de las palabras griegas. En una de sus obras más conocidas, planteó la idea del eterno retorno para ilustrar la gran afirmación que subyace a su filosofía vitalista. Supongamos que un demonio nos dijera: esta vida, tal como la has vivido y estás viviendo, la tendrás que vivir otra vez, otras infinitas veces; y no habrá en ella nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida te llegará de nuevo (…)"[1] En el fondo, creo que Rafa ya habla con ese demonio y es por ello que siempre dice sí a un día más de trabajo en el estudio. 


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[1] Borges, Jorge Luis. “La noche cíclica”. Obra poética, 2. Emecé Editores: Buenos Aires, 1977.
[2] Nietzsche, Friedrich. La Gaya Ciencia. Akal: Madrid, 2001. Pág. 341.


Palma 2024







Fotografías: Natasha Lebedeva, cortesía de Tube Gallery.