the right to be forgotten

Gizela Mickiewicz, L21. 




“Puede que el olvido sea la defensa que el cuerpo construye para evitar que vivamos de espaldas al destino.”[1]


Imagina no poder olvidar nada. Archivar todas y cada una de tus experiencias y poder revivirlas nítidamente una y otra vez sin lagunas: la ropa que llevabas puesta, la manera en que la luz modelaba los rostros a tu alrededor, la música que sonaba de fondo, las palabras que pronunciaste… La hipertimesia[2] es una afección neurológica trae consigo la capacidad de recordar hasta el último detalle de los acontecimientos vividos sin trucos nemotécnicos y sin esfuerzo. No obstante, en la vida de toda persona hay momentos que son para el olvido. Olvidar es una defensa del cuerpo: crea un espacio interno en el que nuestra identidad se va configurando.


En su nueva exposición “The Right to be Forgotten”, la artista Gizela Mickiewicz (Polonia,1984) compone una narrativa en torno a la memoria y el olvido como procesos abiertos y en permanente construcción. ¿Cómo se interrelacionan estos procesos con la propia identidad? ¿Hasta qué punto elegimos las cosas que recordamos? Se trata de preguntas que la artista explora a través de una nueva serie de esculturas en las cuales enfatiza el papel del espacio negativo.


Por ejemplo, “Intentional Forgetting” es una estructura sinuosa de texturas rocosas que se eleva del suelo desde uno de sus extremos para volver a aterrizar en él con el carácter de lo inevitable. Tan presente como la forma geológica y onírica están los huecos vacíos que la atraviesan. Por su parte, “Personal Sediments” continúa explorando el papel de la memoria en la construcción de la identidad de manera simbólica a través del uso de distintos materiales que se acumulan como estratos de un proceso geológico. En “Other sides of the moment” se articula el trabajo de las perspectivas de un mismo acontecimiento que parece vibrar entre los eslabones azules.


A lo largo del recorrido por la exposición, la artista traza paralelismos a través de formas abstractas que, en ocasiones, parecen estar incompletas o abiertas a interpretaciones como lo está nuestra propia memoria. En palabras de Mickiewicz, “los recuerdos suelen percibirse como constantes y permanentes, pero son más bien formas dinámicamente cambiantes, frágiles y propensas a errores. Lejos de ser un registro literal del pasado, la memoria es un proceso reconstructivo lleno de distorsiones e inexactitudes.”[3] Al igual que en las esculturas se encuentra presente el espacio negativo, en ese proceso reconstructivo son importantes los vacíos de la memoria. Olvidar es un hecho misterioso. Tanto como respirar o todos esos procesos involuntarios de los que no siempre somos conscientes… Las cosas que olvidamos, ¿no forman también parte de nosotros mismos como espacio negativo, igual que el que tenemos entre las costillas?


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[1] Maillard, Chantal. “Filosofía en los días críticos. Diarios 1996-1998.” Valencia: Pre-textos, 2010. Pág. 75.
[2] Etimológocamente deriva del griego: exceso de recuerdo.
[3] Gizela Mickiewicz, entrevista no publicada con el artista. Febrero de 2023.


Palma 2023







Fotografías: Juan David Cortés, cortesía de L21.