feels good ‘til it doesn’t

Jenny Brosinski, L21. 



La escritura no tiene nada que ver con el significado. Tiene que ver con la exploración del terreno y la cartografía, incluyendo la cartografía de países que están por venir.”1


Como el arte de la cartografía, el trabajo de Jenny Brosinski presenta problemas de escala y traslación. En primer lugar, la propia escala del lienzo. Sus grandes formatos permiten apreciar la gestualidad de decisiones arriesgadas que no tienen vuelta atrás y que dejan su marca en la tela cruda. Un trazo en un mapa determina la forma en que el mundo es dicho.


En segundo lugar, la escala del cuerpo aporta la verdadera referencia de tamaño, el elemento que comunica el lienzo y el mundo. Es también la unidad de medida inescapable, la única que puede determinar en el estudio de la artista el formato de la pintura: allá donde el brazo extendido puede llegar, ese punto es el límite del territorio. Y el territorio invita siempre al recorrido… Jenny Brosinski comienza a pintar en el suelo incluso cuando se trata de pequeños formatos. En ellos tiene lugar el ejercicio de traslación, de traducción si se quiere, del trazo y la mancha a sus formas contenidas, del gesto a su fuerza medida y controlada para no desbordar la superficie, que se reconfigura con cada nueva intervención de la artista, perdiendo el equilibrio para luego volver a encontrarlo por sorpresa. El cuerpo es por tanto no solo la unidad de medida, sino también la de fuerza y energía que se vuelca luego a distintas escalas configurando paisajes en fuga.


Por último, es preciso reparar también en la escala del mundo. La imposibilidad de aprehenderlo se manifiesta en el lenguaje. Las palabras hacen su aparición en el lienzo sin aportar pistas de su significado, no representando sino presentándose al espectador. ¿Cuál es en ellas el referente? ¿A dónde apuntan sus indicaciones? En las pinturas de Jenny Brosinski las palabras se columpian entre su forma: la caligrafía, y su significado, siempre abierto.


Así, los trabajos resultantes pueden ser leídos como mapas de estados mentales y emocionales, cartografías de paisajes imaginarios y conceptuales que van del mundo al lienzo, pasando por el cuerpo como herramienta de traslación.



1.Gilles Deleuze.
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Palma, 2020.




Fotografías:Natasha Lebedeva, cortesía de L21.