recto para llegar al oasis




Proyecto desarrollado con Álvaro Porras Soriano, Raúl Hialgo y una comunidad de caminantes a la deriva dentro del Programa d’Art i Context del IVAM los días 17 y 18 de junio de 2022. “Recto para llegar al oasis” fue una actividad colectiva que tomó la forma de una caminata de largo recorrido por los márgenes de distintos tramos ferroviarios que conectan la Estación del Norte con la zona portuaria del Grao. El paseo se propuso como una herramienta para la relectura psicogeográfica de la red ferroviaria de la ciudad de Valencia. A lo largo del recorrido, se realizaron una serie de acciones colectivas y se buscaron diversos “oasis” donde detenerse y reflexionar sobre el contexto que nos rodeaba.


Derivas I. Distancias, saludos, ladridos

Comenzamos a caminar pasadas las seis de la tarde según el recorrido proyectado, pero es complejo cubrir las distancias existentes entre la necesaria simplificación cartográfica de Google Maps, la realidad del trazado urbano y la experiencia psicogeográfica. El recorrido que caminaremos se va definiendo entre pasos y palabras, decisiones dialogadas, especulaciones de lo que será o no será mañana cuando el cuerpo que camine sea un cuerpo colectivo mucho mayor... las puertas cerradas que dan acceso al tramo de vías son una incógnita. También lo es el final de la deriva. Está claro dónde empieza, pero no tanto dónde puede acabar.

El camino nos empuja a espacios liminales en las afueras de la ciudad. Atravesamos una zona en la cual construcciones arquitectónicas precarias dejan un estrecho pasillo para atravesar entre escombros, basura y vegetación. Los perros, aunque parece ser el mismo perro una y otra vez, nos ladran al aproximarnos a propiedad privada. Sin embargo, las fronteras relacionales se disuelven con un saludo y hallamos aliados que nos abren camino con un conocimiento del contexto del cual nosotrxs carecemos. Podemos continuar gracias a su complicidad y explicaciones. Es fascinante el saludo de la gente que se cruza caminando por los extrarradios: la manera en que disuelve de inmediato la sensación de amenaza y desconocimeinto mutuo. Hostilidad y hospitalidad, que tienen la misma raíz, conviven en los mismos espacios a solo unos pasos de distancia.



Derivas II. Palmeras, camellos, agua

Los oasis urbanos se van sucediendo a lo largo de la deriva y plantean preguntas acerca del imaginario colectivo que les rodea. Nos detenemos en una rotonda con algunas palmeras y un sistema de riego, un parque por el que circula el agua como si fuera un arroyo doméstico, cualquier tipo de vegetación que proyecta sombra, rincones salpicados de verdor… un cartel descolorido que anuncia agua de coco. El oasis es una promesa más que un lugar.

En la deriva nos topamos con el camino camello que nos hace conscientes de nuestra propia joroba: un largo pasillo entre huertas y chabolas que a cada pocos metros muestra un extraño montículo. Como camellos en el trayecto que conecta oasis y oasis, avanzamos tozudamente sin saber muy bien dónde se encontrará el siguiente. Intuimos dónde se encuentra el agua y quisiéramos aproximarnos al mar, pero la autovía y el cansancio nos lo impiden por esta noche. Regresamos en metro para terminar exactamente donde empezamos tantas horas atrás.



Derivas III. Conversaciones, trueques

Una deriva colectiva trae consigo la creación de una comunidad circunstancial, unida por el recorrido y la experiencia compartida, pero que se disolverá después de la misma. Entre tanto, se estrechan los lazos pasajeros en la forma de intercambios. Se intercambian palabras, ideas, percepciones, objetos… el hecho de que el contenido de las bolsas sea distinto posibilita también una larga cadena de trueques. Comienzan teniendo una utilidad más bien práctica, en la forma de comida por comida, pero continúan involucrando también objetos y hasta confidencias.

En un grupo tan grande, se generan también microcomunidades a las cuales es posible adherirse por un momento mientras se camina. Estas cambian y evolucionan de forma fluida, como también lo hacen las conversaciones entre personas que avanzan juntas. Es una constante la sensación de que algunas personas nos conocemos desde hace mucho tiempo, cuando en realidad nos hemos visto por primera vez horas atrás en el punto de partida.


Derivas IV.Comunidades, bifurcaciones

Una de las características de toda comunidad es la necesidad de tomar decisiones colectivas que atañen a todas las personas que forman parte de la misma. El recorrido se plantea como un formato abierto en el cual es preciso dialogar y decidir de forma conjunta. Mientras esperamos para acortar distancias entre dos grupos que avanzan a ritmos distintos, alguien plantea la posibilidad de que aquel lugar de la espera sea un oasis. Beber agua alrededor de esa pregunta lo convierte en uno. En cuanto a la frontera que da acceso a las vías del tren, da pie a una bifurcación en la que algunas personas deciden cruzar mientras otras optamos por un rodeo para encontrarnos en el mismo punto, alrededor de una pelota con la que jugar. Distintos lugares y momentos a lo largo de la deriva movilizan decisiones e improvisaciones en conjunto: dónde detenerse a comer, a descansar o a plantar nuestro pequeño oasis particular…

Caída la noche llegamos al mar siguiendo un camino que habíamos trazado esa misma mañana. La brisa y las olas marcan el final de la deriva: ya no es posible continuar buscando el oasis en línea recta, así que hacemos de este lugar el oasis que estábamos buscando. Ahora parece que no era más que un pretexto para estar en movimiento. No obstante, esta llegada marca también el principio de la disolución de nuestra comunidad. Las despedidas se suceden como por goteo, mientras la mayoría permanecemos juntxs hasta el momento del regreso en metro. Las bifurcaciones se hacen más y más estrechas hasta que la comunidad de la deriva se disuelve por completo, al menos físicamente.




















Recto para llegar al oasis, 2022.